La «pasión» de San Maximiliano es uno de los más valiosos documentos del juicio y muerte de uno de los primeros mártires. Durante el consulado de Tuscus y Anulinus, comparecieron ante la corte Víctor y su hijo Maximiliano.

El juez, al interrogar a Maximiliano sobe sus datos personales, éste le contestó que él era cristiano y que por lo tanto no podía servir como soldado.

El juez volvió a insistir con amenazas de tortura y muerte, pero el santo se mantuvo firme en su adhesión a Jesús. 

Maximiliano tenía 21 años cuando fue condenado a ser decapitado, sentencia que recibió con mucha alegría y alabanzas a Dios, para sorpresa de sus verdugos. De camino al sitio de la ejecución, habló a los cristianos:

«Amados hermanos, apresúrense a alcanzar la visión de Dios y a merecer una corona como la mía».

Al primer golpe lo decapitaron y una mujer llamada Pompeya obtuvo el cuerpo de Maximiliano y le dio cristiana sepultura.

El padre del santo se fue a su casa regocijado, agradeciendo al Señor por permitirle enviar tal regalo al cielo. No tardó mucho en seguir a su hijo.

FUENTE ACIPRENSA