10-28 SEÑOR DE LOS MILAGROS
10-28 SEÑOR DE LOS MILAGROS
El Señor de los Milagros, Cristo de Pachacamilla, Cristo Morado, Cristo de las Maravillas, Cristo Moreno o Señor de los Temblores es una imagen del Señor Jesús pintada milagrosamente en una pared de adobe ubicada en el Altar Mayor del Santuario de Las Nazarenas de Lima (Perú).
A mediados del siglo XVII los negros de Angola formaron la cofradía de Pachacamilla y levantaron una edificación en donde uno de ellos pintó en la pared la preciosa imagen de Cristo.
El 13 de noviembre de 1655 un fuerte terremoto sacudió a Lima y Callao haciendo caer muchos edificios y causando miles de muertos. Todas las paredes de la Cofradía de los angoleños se cayeron, pero el muro de adobe con la imagen del Cristo permaneció en pie perfectamente, lo que fue considerado un verdadero milagro.
Cada año aumentó la fe al que llamaron Señor de los Milagros y hoy en día su procesión por las calles de lima en el mes de octubre congrega a millones de personas de diferentes partes del mundo.
El Señor de los Milagros, Cristo de Pachacamilla, Cristo Morado, Cristo de las Maravillas, Cristo Moreno o Señor de los Temblores es una imagen del Señor Jesús pintada milagrosamente en una pared de adobe ubicada en el Altar Mayor del Santuario de Las Nazarenas de Lima (Perú).
A mediados del siglo XVII los negros de Angola formaron la cofradía de Pachacamilla y levantaron una edificación en donde uno de ellos pintó en la pared la preciosa imagen de Cristo.
El 13 de noviembre de 1655 un fuerte terremoto sacudió a Lima y Callao haciendo caer muchos edificios y causando miles de muertos. Todas las paredes de la Cofradía de los angoleños se cayeron, pero el muro de adobe con la imagen del Cristo permaneció en pie perfectamente, lo que fue considerado un verdadero milagro.
Cada año aumentó la fe al que llamaron Señor de los Milagros y hoy en día su procesión por las calles de lima en el mes de octubre congrega a millones de personas de diferentes partes del mundo.
Alrededor del año 1650, unos negros angolas pertenecientes a la cofradía del barrio de Pachacamilla, en Lima, Perú, pintaron en uno de los muros del galpón donde se reunían, y donde quizá también habitaban, la imagen de un Cristo crucificado. En este lugar, hoy en día se erige el Monasterio de las Nazarenas, casa del Señor de los Milagros, llamado también de la Santa Cruz pues en 1674 se pintó una cruz como símbolo de protección, ante las amenazas de invadir Lima el pirata Jacobo L´Hermite Clerk.
Un 13 de noviembre del año 1655 un poderoso terremoto sacudió la ciudad de Lima sin causar daños ni al muro ni a la imagen del Cristo crucificado pintada en él por los angolas.
Este hecho prodigioso fue el que dio comienzo al culto popular al Señor de los Milagros, propagándose rápidamente entre la feligresía local pero sin la autorización del párroco del templo de San Marcelo, razón por la cual éste solicitó a la autoridad eclesiástica inmediata superior que se demoliera el muro a fin de evitar cualquier acto profano.
Sin embargo, la destrucción no pudo llegar a cumplirse debido a circunstancias fuera de lo común, quedando en pie el muro y la pintura del Cristo continuó ganando el prestigio y el favor del pueblo.
En el año 1661 Antonio de León se interesó por la imagen del Cristo Crucificado pintado por los negros angolas; el muro estaba en mal estado, ya que tras él corría una acequia que había debilitado su base. De León mejoró las instalaciones del sitio y construyó un apoyo a modo de altar, el cual sirvió también para reforzar la base dañada de la pared. Este hombre padecía de un tumor maligno y cada vez que visitaba el sitio pedía la gracia de curarse, hasta que la consiguió. Años después, Sebastián Antuñano, el tercer Mayordomo y el gran artífice del culto al Cristo Morado, compró el lugar y levantó una capilla.
Poco después, los vecinos del lugar empezaron de nuevo a interesarse por la imagen. Los días viernes, por ejemplo, se cantaba allí el «Miserere» con el acompañamiento de una arpa. También se celebraba la fiesta de la Cruz, como sucede hasta el día de hoy.
Estos cultos llegaron a oídos del conde de Lemos, Virrey de Lima, quien visitó el lugar en compañía de su esposa Ana de Borja. Ambos quedaron muy impresionados y decidieron elevar una ermita provisional.
Cumpliendo con lo dispuesto por el virrey, se inició la construcción de una cerca de adobes, se techó el galpón y se levantó un altar. Culminados los trabajos dentro de la más absoluta sencillez, decidieron celebrar en el lugar una misa el 14 de septiembre de 1671, fecha en que se celebra la Exaltación de la Cruz, como una forma de desagraviar al Cristo de Pachacamilla, por las ofensas inferidas a su imagen.
Al parecer las imágenes de la Virgen María y la de San Juan pintados a los lados del Señor datan de ese tiempo, así como el Padre Eterno y el símbolo del Espíritu Santo, que el Conde de Lemos consideró que debían figurar.
De esta época datan también otras reformas importantes. Los cimientos del muro eran muy pobres, y en realidad, resultaba milagroso que hubiera resistido tanto tiempo. Peritos a quienes se consultó aconsejaron elevar el muro mediante palancas de dotarlos de buenos cimientos. El virrey ordenó que se hiciese lo indicado, y , si bien todo se hizo con sumo cuidado, las figuras laterales sufrieron, mas no así el Cristo crucificado.
Discreto y provisional debió ser el templo en sus inicios. El terremoto de 1746 que todo lo afectó, salvo la imagen del Señor de los Milagros, propició la reconstrucción de Lima, reconstrucción que no alcanzó al Templo de las Nazarenas. Será veinte años más tarde que el Virrey D. Manuel Amat y Junient impulsó la obra. Primero, solicitando limosnas, luego examinando planos y velando porque el templo quede a la perfección, para el Patrón de la ciudad. El 20 de enero de 1771, en solemne acto, se le daba al Señor de los Milagros, un templo digno.
Desde muy joven, Antonia Maldonado Mendoza, quien era natural de Guayaquil, tenía el sueño de conformar una institución religiosa. Sus padres, sin embargo, la habían casado, pero de común acuerdo ella y su esposo decidieron guardar castidad. A la muerte de su marido, Antonia se dedicó a la obra de sus sueños: la institución religiosa, que primero conformó a modo de beaterio y más tarde a modo de monasterio nazareno.
Antonia empezó su obra en el Perú con la creación de un beaterio en el Callao. Posteriormente, se trasladó a Lima para perfeccionar su trabajo. Las normas de Santa Teresa de Ávila fueron dadas a esta obra, y todo parecía caminar bien cuando surgió el primer obstáculo: la institución necesitaba una autorización real para poder funcionar.
Antes de lograrlo, murió la M. Antonia Lucía. El Beaterio designó por superiora a la M. Josefa de la Providencia, que a los dieciocho años de muerta la Venerable, logró transformar el Beaterio en convento cuando en febrero de 1720 el Rey de España, Felipe V, dio licencia para la fundación del Monasterio de las Nazarenas y por parte de la Santa Sede, la aprobación fue dada por la Bula del Papa Benedicto XIII, el 27 de agosto de 1727. Observarían las Constituciones de las Carmelitas Descalzas y vivirían -como era deseo de la M. Antonia Lucía del Espíritu Santo – como nazarenas.
FUENTE ACIPRENSA